lunes, 8 de febrero de 2016

Vibe

Evitad las decisiones desesperadas; pasará el día más tenebroso si tenéis valor para vivir hasta el día siguiente.

Una vibración. Un movimiento repetitivo en mi centro de equilibrio. En mi oído interno. Y afecta a mis ojos, a mis manos, al suelo, al techo, a las paredes...
Todo se mueve y, yo, que no solo lo siento sino que vivo dentro de él desde siempre, debí aprender a moverme del mismo modo para equilibrar el vértigo y dejar de verlo todo deformado.
Pero no es fácil. No siempre lo consigo.
A veces, cuesta mucho sincronizarse con la vibración y emular a la reverberación, es necesario concentrarse. Cuando algo me impide concentrarme en el ritmo de mi propio ruido me pierdo en ese ir y venir del zumbido que no me deja oír nada. Y pierdo el equilibrio. Me caigo y toca volver a empezar.
Y duele, no solo la caída, sino volver a empezar. Porque cada vez repito los primeros pasos y pienso en si hay algo más que pueda hacer para que si hay una próxima caída, no pierda el camino andado.
Vivir en una vibración no es agradable. Necesito más vida dentro de la propia vida, más colores dentro de los colores, más olores y sonidos. Porque sino, los comunes, los normales, los mediocres, se difuminan hasta hacerse borrones. Sucios y descoloridos. Necesito cosas que sobresalgan para que destaquen entre tanto movimiento.
De eso también me canso. De buscar y buscar. De encontrar a medias y no encontrar a la vez. De rendirme a veces. Porque a veces, también necesito los ruidos normales, los colores de siempre, la vida que lleva todo el mundo y descansar.
Dejar de tener miedo a las cosas que no puedo controlar. Dejar de cuestionarme si las cosas son como son o como yo quiero verlas porque mis ojos, nerviosos y desenfocados de tanto vibrar, no me dejan ver más allá.

Existen ocasiones, en que veo a la gente, con sus mundos inertes y detenidos y una extraña sensación me envuelve: No sé bien si les envidio porque su mundo no se mueve o me dan pena por eso mismo.

Supongo que un poco de ambos y nada de ninguno a la vez.


sábado, 23 de enero de 2016

V= X

La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.


Para la ciencia la vida es lo que hace referencia a la duración de las cosas o a su proceso de evolución.Para la química la vida es el reino de lo no lineal, de la autonomía del tiempo, de la multiplicidad de las estructuras, algo que no se ve en el universo no viviente. La vida se caracteriza por la inestabilidad por la cual nacen y desaparecen estructuras en tiempos geológicos. Para Ilya Prigogine (Premio Nobel de química del año 77) la vida es el tiempo que se inscribe en la materia y los fenómenos irreversibles son el origen de la organización biológica. Todos los fenómenos biológicos son irreversibles. Esta irreversibilidad es una propiedad común a todo el Universo, todos envejecemos en la misma dirección porque existe una flecha del tiempo.Para Prigogine es la función la que crea la estructura y los fenómenos irreversibles son el origen de la organización biológica, es decir, de la vida.En la filosofía, la vida puede abordarse desde diferentes modos de conceptualización: objetivismo (Edmund Husserl), dualidad alma-cuerpo (Platón, Descartes, Max Scheller, Ludwig Klages), mente y cerebro (Henri Bergson), vida y ser (Albert Vilanova), y la fenomenología del conocimiento y la aprehensión (Nicolai Hartmann).En la religión la vida presenta connotaciones espirituales y trascendentales.En la religión cristiana: La vida humana es un paso que conduce al alma de la inexistencia a la plenitud eterna en un período de tiempo.En la religión budista:La vida es cada uno de los estados de reencarnación de los seres sintientes en el samsara. En la fisiología: Un organismo vivo es aquel, compuesto por materia orgánica (C,H,O,N,S,P), capaz de llevar a cabo funciones tales como comer, metabolizar, excretar, respirar, moverse, crecer, reproducirse y responder a estímulos externos.Para el metabolismo: Un sistema vivo es un objeto con una frontera definida que continuamente intercambia sustancias con el medio circundante sin alterarse.En bioquímica: Todo organismo vivo contiene información hereditaria reproducible codificada en los ácidos nucleicos los cuales controlan el metabolismo celular a través de unas moléculas (proteínas) llamadas enzimas que catalizan o inhiben las diferentes reacciones biológicas.En la genética: La vida es todo sistema capaz de evolucionar por selección natural.En termodinámica: Los sistemas vivos son una organización especial y localizada de la materia, donde se produce un continuo incremento de orden sin intervención externa.


Cuando apenas tenía 15 años alguien me preguntó: ¿Que crees que es la vida?. Yo, en un alarde de intelectualismo y superioridad; abrí mis brazos al horizonte, esbocé media sonrisa y comenté con orgullo: Esto.
El que preguntaba, puso las manos en su espalda, frunció los labios en una mueca y alzando una ceja me dijo: Un intangible por exceso. La vida, según tu, lo es todo. "Todo" es demasiado. No se puede medir. Recuerda que lo que no se puede medir, no se puede gestionar. ¿Consideras pues que la vida es caos? -sonrió al ver que yo no tenía respuesta- Supongo que si. -me dijo- Supongo que es caótica. Pero mira; observa bien. Es rítmica, poética, sobrepasa los conceptos conocidos. La vida es esto -señaló con el dedo índice su corazón- y esto -llevó ese mismo dedo a su cabeza- y si, esto. -señaló alrededor- Cada ser conceptualmente y físicamente vivo, contribuye a este caos creando vida. Siéntela. Pulverizándose. Mezclándose con el aire. Entrando en tus pulmones y en tu torrente sanguíneo. Escucha su latido. Tu latido. Eres esa chica que camina por el parque de la mano con su novio. También eres su novio. Eres aquel hombre envejecido. Todos sus recuerdos. Ese camarero. Esa mujer y su nieto. Ese pequeño caniche. Ese árbol. Esta brisa que te toca. Eres todas esas cosas. A la vez y por si solas, esas cosas también son en si mismas. ¿Están menos vivos por si mismos? No. Porque la vida es inherente a ellos. Pero no es excluyente en si misma. Todo suma. Sin embargo, siendo un intangible, siendo algo extraño y sin embargo tan común, aún se trafica con la vida. Bueno, con los cuerpos. La vida, va más allá de esto que vemos o tocamos, existe por encima y por debajo de la piel. Casi nadie piensa en ello, pero tu lo harás, pensarás en ello esta noche al acostarte. Considerarás, esto: Si la vida va más allá del cuerpo. Si lo es todo, y a la vez nada. Y no se puede gestionar. Entonces, que es la vida?
Yo -le dije- y todo aquello que existe, que ha existido y que existirá. La vida es la conexión y la desconexión. Y va más allá de las mediciones. La vida lo es todo y todos.

Poco sabía yo entonces de lo relativa que es la verdad a veces...

jueves, 5 de noviembre de 2015

Guerra


Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos.


A veces, me descubro luchando. Con la ropa ensuciada de lodo. En mitad de un campo de batalla lleno de heridas.

De pronto, como si me sacudiera una gran certeza, me doy cuenta de que no estoy en lucha, no soy quien está luchando.

Soy la guerra.

Y la guerra ni gana ni pierde, sólo existe. Sólo es.

La acción, la lucha, los luchadores, son todos los demás.

Observo de forma ajena las ramas partidas. Escucho las voces. Siento el miedo rozando las sílabas de mi nombre.

Pero estoy en una extraña paz. No es culpa mía ser quien soy. Y no puedo cambiarlo.
Intento alejarme del marco y propender con quien se deja la piel intentando no perderme.
Filtro las secuencias y por segundos, siento pena. No de quien lucha, sino de quien me hizo guerra.

Hay más restos de piel y huesos en mi memoria de los que soy capaz de recordar.

Y con todo y con eso, me resulta imposible plantearme el cerrar los ojos para no seguir viendo todo lo que está por llegar.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Es una pausa

Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.



David Herbert Richards Lawrence escribió:


Cuando un hombre no puede amar más
ni sentir más
y el deseo está muerto
y el corazón entumecido
….
entonces lo más que puede hacer
es decir: así es
tengo que sobrellevarlo
y esperar.
Es una pausa, ignoro cuán larga, en mi propio ser.



Las cosas son lo que son. Somos lo que somos. Pero... qué somos? 
Briznas de hierba que se extienden por basto terreno. Pequeños retazos de recuerdos de otros. Somos ese gen inaudito e imperfecto. Que más que maduro está envejecido. 
Ecos de las demás voces.

Reflejos de reflejos de nuestra propia imagen. A días hechos bondad y a días todo lo contrario.

Es agotador averiguar quien serás mañana cuando aún hoy dudas sobre quien eres.
Pero esto es así. Cada amanecer las puertas entreabiertas a la suerte. Que puede ser buena, o mala.
Pero es suerte. Y es una suerte contar con ella. Porque puede cambiarlo todo y dejarte sin nada. O no hacer nada, porque es como debe ser.

El mejor ejercicio de sensatez que hice en mi vida, fue asimilar que esto es lo que es.
Y que es así porque así debe ser.

Algunos lo llaman fe. Otros cinismo.

Se puede intentar luchar contra esto y aquello, pero, quien te dice que la lucha en si misma no es justamente lo esperado? Que conformarse no es la opción. Ni la alternativa. Sino que es el desarrollo lógico. El contranatura hecho naturaleza pura. El libre albedrío de saber que no existe la libertad de elegir.

Porque somos lo que somos. Inconformistas y luchadores.

Físicos, empíricos, didácticos, lúcidos. Locos. 
Todos locos. Buscando una respuesta a las mil preguntas que nadie ha sabido hacer. Porque aún no existen las letras que formen las palabras necesarias para formularlas.

Quién soy? Cuál es mi camino? Qué vida me espera?

Bien, eres quien eres. Con tus cosas, que depende de la luz son cosas buenas, malas o inservibles. 
Tu camino es aquel que tu decidas caminar. O correr. Y no otro.

Y la vida no te espera. La vida te persigue. Te muerde los talones. Te araña en los recuerdos y te marca los mañana. La vida te busca entre tus horarios y tus sueños. Entre sábanas equivocadas y abrazos añiles.

La vida es esto. Eres tu y soy yo. Y es lo que no pasa mientras no nos tenemos.

Todo lo demás es sólo tiempo.

Y esto, es así. Y debo sobrellevarlo. Y esperar.




domingo, 9 de agosto de 2015

Antes de que el mundo sepa que has muerto...


La vida no se nos ha dado para ser felices, sino para merecer serlo.

... tienes decenas de cosas que hacer. Que escribir. Que decir.
Antes de todo ese futuro incierto e impreciso. Tienes un ahora sólido. Comestible.
Devóralo.
Haz todo lo que se supone que debes hacer. Y todo lo que no.
Estudia. Cásate. Divórciate. Ten un hijo. Dos. Ten un perro. Un gato. Ten una planta.
Y que se te muera.
Escribe un libro aunque sea de recetas. No, no plantes un árbol, vives en la ciudad, no tienes jardín.
Bebe. Bebe hasta no recordar al día siguiente lo que hiciste. O quien eres. O quien es la persona que dormita a tu lado.
Arrepiéntete de las cosas que no hiciste. Y hazlas. No importa lo mayor que te consideres.
No te creas tan adulto. Sueña. Y mantente despierto el tiempo suficiente para hacer realidad lo que sueñas.
Que te amen. Que te abracen hasta los huesos. Que te lloren. Duélele a alguien. Que te hieran. Quiere tanto que te ahoguen las palabras.
Diviértete, como si la vida fuese una fiesta constante.
Levántate tarde. Y temprano alguna vez para agradecer no tener que hacerlo siempre. Se padre. Madre. Hermano. Hermana.
Sé alguien.
Cíñete a un horario.
Mira un cuadro y siéntelo todo. Los colores, los trazos, el olor de la pintura. Mira otro y no sientas nada.
Baila canciones sin métrica. Sin ritmo. Baila una lenta como si fuese dance. Y viceversa.
Muerde una boca. Con ganas y sin miedo.
Que te arañen la espalda. Que te aten a la cama. Que te tiren una bebida a la cara.
Deja que te llamen idiota. Rómpete algo. Aunque sea el corazón.
Aprende para poder enseñar.
Come, disfruta de la comida. Gana peso y no lo pierdas. Piérdelo y encuéntralo constantemente.
Enamórate de ti, y después de los demás.
Deja un buen trabajo por un mejor sueño.
Olvídate de soñar para tener un mal trabajo.
Comete errores. Pero aprovéchate de ellos. Que te aleccionen.
Hazte un tatuaje que te ayude a respirar. Y después otro. Y otro. Y otro.
Viaja en tu cabeza y lleva de equipaje tu cuerpo. Llena tus ojos de los colores de todos los amaneceres del mundo. Y tus bolsillos de monedas de otras tierras.
Haz el amor en un hotel. De los caros.
Hazlo también en un coche, en el cine, en el teatro, en el metro, en la calle. Hazlo a todas horas. Con los ojos, con las manos, con todo tu cuerpo. Haz el amor no sólo de forma física.
Encuentra algo hermoso en los días que pasan. Una voz, un sabor, una forma...
Aprovecha este tiempo que tienes. Lleno de claroscuros e irisdiscencia.
Eres un ser único. Que el mundo lo sepa. Antes de que sea tarde y te olvide.
Antes de que te de por perdido. Por ausente. Por omitido.
Grita. Salta. Corre. Vuelta.
Déjate caer. Con miedo. Sin él.

Antes de que el mundo sepa que has muerto, hazle un favor, hazte un favor.. Que el universo sepa que estás vivo.



martes, 4 de agosto de 2015

Manual para artífices (Parte I)


El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada.
Caer.
Desordenadamente.
Sobre nuestras sombras.
En el sofá, en la cama, en el suelo o en la arena.
Chocar contra los muros que nos separan.
Inhalar monóxido.
Exhalar oxigeno.
Hablar en rima asonante.
Sexo subido una octava.
Y una novena si me apuras.
Bailar distintas canciones en el mismo momento.
Acompañar un "te quiero" con un "dentro de mi"
Y entrar. A puertas abiertas y ojos cerrados.
Precipitarse al vacío lleno de espacios en blanco...


Morder.
Desesperadamente.
La piel, los huesos, la lengua y la raíz de las cosas.
En la cocina, en el bar de abajo, también en el de la esquina.
Y en el de la esquina de más allá.
Y de más acá también.
Arañar los marcos de las puertas que se cierran tras los andares que nos alejan.
Acomodar el paladar al ácido de tus mañanas.
Exudar saliva ajena por los poros.
Amor alimentado a golpes de cama.
Y de actos sistémicos.
Plato rápido de ingesta lenta.
Que siempre deja con hambre.
Famélicos huecos que exigen alimento.
Un quiéreme despacio. Pero quiéreme fuerte. Hasta el fondo...


Volar.
Desorbitadamente.
Por encima de ti, de mi y de esto nuestro.
Llegar a la azotea, y de ahí al cielo, y de ahí, a Saturno.
Y ver caer las estrellas como lluvia iluminada.
Ardiendo.
Quemando las nubes.
Y reír.
Del humo del incendio. Del cielo ahora desnudo.
Como tu. Como esto.
Gritar de alegría y de placer.
Y a veces, de miedo.
Un cállate y bésame.
Mejor me callo y te beso.
Y salir de esa dársena
De nuevo a Saturno.
De nuevo en desnudo y con lujuria.
De viejo en cada minuto.
Hace horas que nos conocimos.
Pero hace años que nos esperábamos...


Querer.
Avariciosamente.
Como se quieren las cosas que duelen.
Como se quieren las que te salvan.
Las que te educan.
Querer tres veces de cada dos.
Quererlo todo a todas horas.
Y más aún.
Decir que siempre es todavía.
Y entenderlo.
Querer con frases pequeñas.
Ajustando el sonido a las letras.
Para que me entiendas.
Las palabras se adelgazan a veces.
Como en el poema.
Como en todos ellos.
Los monstruos del armario.
Muertos de miedo se quedaron.
Por lo que pasa fuera...


Querer.
Como se quiere.
Cayendo.
Mordiendo.
Volando.
Y dejandose llevar.



domingo, 2 de agosto de 2015

Azul


No todo resbalón significa una caída.
Deja que te cuente algo...
Cuando era solo un proyecto infantil de madurez, iba corriendo a todas partes. Al colegio, a casa, al supermercado... A cualquier sitio. Era mi versión de huir de todo. Una parte de mi quería correr más deprisa, quería dejarlo todo atrás. Y por Dios!, era endiabladamente veloz. Barría los test de Cooper, recorría campos de fútbol en menos que cualquiera. Era una maquinaria muy bien desarrollada: piernas largas y fuertes y ganas de correr. A cualquier sitio,  pero correr.

Nunca supe como empecé o cuando, pero recuerdo cuando fui consciente. Un día, me vi corriendo por una avenida, a toda velocidad, solo por el mero hecho de correr. Iba rápido, saltando los bancos, como si los bancos no fuesen nada. La gente me miraba y yo pensaba: es que nunca han visto a nadie correr?
Recuerdo la sensación seca en la garganta, los pulmones ardiendo, los músculos de las piernas forzándose hasta el punto de llegar a moverse por inercia, dando zancadas que me parecían enormes.
Por supuesto no eran enormes. Pero a mi me lo parecían.

Otro motivo que tuve para darme cuenta, bueno, fue que me lo dijeron. Llego un día, en el colegio, en que había que hacer una redacción sobre algún compañero, y a una chica de clase le tocó hacerla sobre mi. Decía muchas cosas muy superficiales, hablaba de que tenía hermanos, de que tenía el pelo moreno, de que siempre iba con chandal, y de que siempre iba corriendo a todas partes como si tuviera miedo a llegar tarde. Parafraseándola: es como el conejo de Alicia en el país de las maravillas, pero mas alta.

Ahí si, que me cuestione mis motivos, me gustaba correr? Si. Pero, por que? Y esto lo supe más tarde, mi motivo era, que nunca estuve lo bastante lejos. Pero me gustaba pensar que algún día conseguiría estarlo.


Corrí durante años, a todas partes, no en plan joggin, sino en plan, as fast as you can. En plan ahogo y desahogo, en plan liberador y castigador. Corrí cuando empece a tomar malas decisiones, era como un ancla. Corrí cuando empece a sentir demasiado odio, era como un catalizador. Corrí cuando empece a boxear, porque ni eso era suficiente.

Pero un día, un ocho de marzo, cuando yo acababa de contar 18 veranos, eso se acabo.

Deja que te situe.
El ultimo recuerdo nítido, viene a las diez o diez y cuarto de la mañana.
Una conversación banal, una cerveza y una frase que yo no dije: "vamos a probar tu moto" .
Si bien la frase no la dije yo, si que la secundé. Y asentí con esta cabezota que mi buena genética me ha dado.
Demasiada velocidad, viento en la cara. Era mejor que correr. Porque podía huir más deprisa. Una curva. Un coche. Un frenazo. Una rueda trasera que resbala. La quemazón en la pierna, en las manos los golpes secos a través del casco y después : nada.
Para que me entiendas, fue como cuando se va la luz en casa, que te quedas en silencio, inmóvil. Hueco y yermo. Herido. Con miedo. Pero en este caso, solo duro una milésima de segundo. En serio, no hubo nada.
Y fue decepcionante. Viéndolo con perspectiva ahora puedo asegurar que esperaba algo más. Lo que fuera, algo que diera sentido a todo lo que sucede en el mundo. Pero no es cierto. No hay cielo. Solo hay un infierno, y es este. Y no importa lo mucho que corras, el cabrón te persigue y te alcanza. Te alcanza en sueños, te alcanza por las mañanas cuando has parado para dormir, te alcanza cuando respiras. Y te lleva. Te lleva hacia el cuarto de atrás de las cosas que odias. Ahí donde dejas las palabras que te han herido, ahí donde tienes las mentiras que te han dicho, ahí donde esta jugando la versión más absurda de ti. Y tienes que reaccionar rápido y correr. Correr como si el mundo se estuviera hundiendo tras de ti. Correr para no hundirte con el.

Durante los dos minutos mas cortos de mi vida, no hubo nada. Ni cielo, ni infierno, ni bien, ni mal, ni pasable.
Al despertar el primer recuerdo fue bastante patético:

Una frase: no podrás volver a caminar.

Recuerdo haber pensado con todo un sentimiento extraño en los ojos: que coño estoy haciendo aquí?
Como si fuese completamente anormal el hecho de que ese señor me estuviese mirando con pena y diciéndome cosas que no entendía. Sentía como que no iba conmigo, no podía ser yo. No podía ser a mi. Yo... Yo estaba en la nada. Y se estaba tan bien... Y ahora este tío, con su cara de perro mojado me miraba para decirme no solo que me había sacado de un lugar tranquilo, sino que me había traído para que? Para decirme que no podría nunca volver a intentar huir? No podría volver a darle una patada a mi hermano? Que nunca podré bailar?
Oh cielos! De no haber sido porque no podía, me hubiese levantado a darle una patada en la boca a ese individuo...
Pero no era posible, así que pensé en alternativas... Tirar cosas al suelo, gritar, mirar con odio... De forma involuntaria la tercera opción fue la elegida. Odio. Un odio irracional e incontrolado. Un odio enfermizo y colérico. Quería matar a ese hombre, a cada persona que se me cruzase en el camino. Para que aprendan, me dije, para que aprendan a que es lo que no se tiene que hacer cuando un animal herido yace en muerte en bajo un quitamiedos. Si, eso es, eso me decía.



Pero, entonces, serpenteando contra las paredes. Como escondido entre los muebles y los huecos... apareció él. Despacio, como solía venir. Con sus ojos llenos de miedo abiertos como ventanales en una tarde de verano. Sometidos y dolidos. Me miró durante lo que me parecieron dos millones de años hasta que levantó una ceja y dijo sin gracia: tienes un aspecto que me da vergüenza ajena.

Y el odio se fue. Ni siquiera se despidió, solo desapareció. Y quedamos él y yo. El con su sonrisa vagabunda que no encontraba la forma de llegarle a los ojos, y yo con un peso en el pecho que no me dejaba respirar. Él no estaba en la nada. Y yo prefería estar en la nada? Que hubiese sido de mi sin él? Y de él sin mi?
Sentía unas ganas locas de pedirle perdón, de decirle que no había pasado nada, que solo era un susto, que todo estaría bien pronto, que todo iría bien. Pero era incapaz de mentirle. Además, no hubiese servido de nada. Él había hablado con los médicos, sabia mejor que yo lo que pasaba. Principalmente porque yo no entendía nada y además, algo raro pasaba entre mi cabeza y mis cuerdas vocales. Era incapaz de hablar. Las palabras no tenían sentido, no había una sola frase que saliese entera. Las palabras, no eran palabras. No entendía lo que estaba pasando y no podía preguntar porque las palabras que pensaba y las que decía no tenían nada que ver.
Recuerdo haber pensando, esto será así a partir de ahora. Y es mal, está mal. Esto así no merece la pena. Demasiada pérdida, demasiado sacrifico. Demasiado infierno. Y yo sin piernas para correr.

De alguna forma el logro entenderme. Me sonrió esta vez si con los ojos y me dijo: vamos a arreglar esto. Pero tienes que querer arreglarlo. No puedo hacerlo solo. No quiero hacerlo solo. Si tu no me ayudas no voy ni a intentarlo.

Y ahí el odio resurgió, como un géiser. Que pretendía que hiciese yo? Postrada en una cama y sin poder expresarme? La frustración de todo en general era una cuerda con un peso al final que me tiraba de lo alto de la azotea. Y estaba por dejarme caer del todo. Pero repitió: vamos a arreglarlo.
Y todo volvió a la paz. No supe nunca porque, pero tuve la certeza de que tenía razón, de que podía arreglarse, de que si él lo decía, todo tenía solución. Y de que eso, ese momento, no era realmente un problema, sino un traspiés. Y que podríamos seguir adelante.

Después de muchos días y muchas noches, un día, pude volver a dar un paso. Dolió como duelen las cosas importantes. Pero mereció la pena. A esas alturas, yo ya era capaz de expresarme mas o menos de forma normal. Es decir, como ahora pero balbuceando un poco y con menos tacos. Algo mas despacio, pero algo era algo. Cierto que aun confundía cosas, pero eh, estábamos arreglándolo.

Es curioso lo complejo de la musculatura de nuestro cuerpo, tiene memoria, y una vez dado el primer paso, el resto... Dolieron cada vez menos. Y fueron cada vez más seguros. Primero dos pasos desde la cama, luego llegar al servicio, luego a la ventana del pasillo, luego... Luego... Luego...
El dolor no parecía irse del todo. Por lo que me dijeron no se iría nunca. Pero te diré algo, hay mentiras y mantras.
La primera mentira fue que no podría volver a andar. El primer mantra fue que íbamos a arreglarlo.
La segunda mentira fue que dolería siempre. El segundo mantra fue que el dolor existe en el único lugar en el que eres libre, tu cabeza.
La tercera mentira fue que siempre necesitaría bastón. El tercer mantra fue, no es suficiente si necesitas apoyo.
Y así hasta un largo etcétera de mentiras y mantras.
Un día, cometí la tontería de correr. Y de bruces me vi. Aún no podía huir. Aún no, pero algún día. Para cuando finalmente pude correr. Pasados años y años, me di cuenta de que ya no quería ir a ningún sitio. Y si quería ir a algún sitio podía ir en metro, o en avión, o... Andando.
Deje de tener prisa. El camino es el mismo. Pero ahora lo disfruto mas.


Una cosa si te diré; lo que me duele, cuando me duele la pierna, o la espalda, o la cabeza, cuando pierdo palabras. El peor dolor, es el de no poder haber hecho lo mismo por él. Que él no tuviera la mala pata de que lo arrancaran de la nada. De quedarse en este infierno.
Que si, que es un infierno, pero es nuestro. No hay dioses inmortales, no hay limbo para los no bautizados. Es nuestro, un infierno humano, un infierno en compañía de otros que pasean a tu lado viendo los mismos valles destrozados. Las mismas ruinas. Oyendo los mismos llantos.


En mi infierno, del que antes quería huir, hoy hay dos o tres cosas que tengo y siempre viajan conmigo. La primera, es haber tenido la oportunidad de tropezar para poder decirte, eh... Corre. Pero se consciente de que en algún momento vas a tener que parar. Y la otra. Pese a que corras, fíjate en lo que pasa a tu lado. Siempre hay algo que merece la pena ser observado. Porque en este infierno, a veces, hay pedazos de cielo que aun no están corruptos.
En mi pedazo de cielo, hay un azul sobre blanco. Y cuando está ahí, cuando soy consciente de ese azul y de ese blanco... Bueno, no puedo explicarte como es. Porque a fin de cuentas, al igual que el infierno es propio el cielo también debe serlo. Te diré solo que hace que todo, con sus luces y sus sombras, haya merecido la pena.